Entro a mi
librería de cabecera y oteo con la mirada buscando EL LIBRO, aquel que me haga
disfrutar, soñar, evadirme y dejar volar mi imaginación. Mi mirada se detiene
en la esquina, allí casi escondidas, hay dos adolescentes comentando entre
suspiros lo guapo que sale Edward Cullen en la foto de la última edición de
Crepúsculo con la imagen de Robert Pattinson. Pongo los ojos en blanco y huyo
en la dirección contraria, soy una lectora seria, no leo este tipo de libros.
Me paro un
momento sin dejar de observar, a la vez que siento un cosquilleo extraño en mis
manos en anticipación a lo que sé voy a conseguir. En el fondo de la enorme
sala, entre sombras y ocultas al resto
de miradas y compradores, avisto a un pequeño grupo de mujeres, de diferentes
edades y condiciones que husmean agachadas como verdaderos sabuesos, en busca
de la JOYA DEL NILO o el ARCA PERDIDA, no estoy muy segura. Me acerco presurosa
guiada por mi instinto de ávida lectora, con la total seguridad de que allí
encontraré lo que busco y descubro con decepción que solo es el pequeño stand
de novela romántica. ¡Puf! Pienso totalmente desinflada y echando un vistazo a
las portadas, algunas verdaderamente elocuentes sobre lo que ofrecen el
interior de sus páginas. ¡No! me vuelvo a reprender mentalmente. ¡Yo no quiero
leer eso!, de hecho, me reafirmo ¡yo no leo eso! Leo novelas dignas de ser
leídas, con un trabajo detrás que las avale, con premios y reconocimientos.
Me giró
huyendo despavorida a la parte central de la enorme librería y me fijo en los
montones de libros expuestos sobre las mesas en una situación publicitaria de
excelencia, muchos de ellos con carteles de sus autores e imágenes a gran
tamaño de sus portadas. ¡Eso, eso es lo que realmente quiero!, pienso desafiante
cogiendo el que es de mayor volumen, porque una es una lectora compulsiva, y
las novelas cortas no quedan bien expuestas en la estantería.
Finalmente
abandono el lugar con una sonrisa de satisfacción adornándome el rostro y un
libro del que seguro podré alardear de haber leído. Cuando llego a casa admiro
su cuidada portada, sus páginas que huelen a tinta y lo volteo con cuidado. Y
ahí llega la sorpresa…al final de la estupenda sinopsis, después de varias
recomendaciones de otros autores y periódicos varios tengo la información clave
y significativa: “BEST ROMANTIC NEW YORK TIMES”
Y
empiezo a sufrir palpitaciones y sofocos varios dejando el libro sobre una mesa
sin querer mirarlo de nuevo. ¡No puede ser cierto! ¡Yo leo libros serios!
¡No leo romántica!
¿O
sí?
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