martes, 29 de abril de 2014

SPANISH LADY DE CLAUDIA VELASCO


     Hace un tiempo tuve que permanecer en reposo, y aproveché para culturizarme…en el sentido más amplio de la palabra. Todavía no me había entrado la fiebre de la escritura, así que me puse al día con series, películas, libros y todo tipo de programación que emitían las cadenas, hasta tal punto que acabé enganchada a un serial sobre el nomadismo en Inglaterra y sus costumbres. Mi gran boda gitana versión anglosajona. Recuerdo todavía asombrada sus celebraciones “a lo grande” por llamarlo de alguna manera, de bautizos, comuniones y bodas…bueno y qué decir del cortejo dónde casi “tienes que pegar a una mujer para que se deje dar un beso”.
Un día entró mi hija al salón y se quedó mirando maravillada el vestido nupcial de una joven adolescente el día de su boda. No tendría palabras para describirlo, parecía pesar más de veinte kilos, capas y capas de seda, satenes, brocados y encaje en color rosa chillón del que asomaban dos alas (sí alas) a las que se había prendido una especie de fuegos artificiales. Solo deciros que las damas de honor enarbolaban como el complemento del año extintores gigantes.
             —¿Me comprarás un vestido de princesa como el de esa niña?—preguntó mi hija con una mirada de embeleso.
              —Nunca—contesté horrorizada.
             —Tu vestido de novia es mucho más feo que ese—rebatió ella cruzándose de brazos enfadada.
       Sencillamente, no tuve nada que objetar, si lo comparábamos, obviamente perdía mucha gracia sin fuegos artificiales adornando mi tocado.

                ¿Y a qué viene todo esto? Pues por una novela que acabo de terminar, Spanish Lady de Claudia Velasco. Porque sí, también recuerdo las imágenes de los hombres gitanos nómadas, normalmente rubios, de piel clara y ojos azules. Y en la primera frase del libro, pude ponerle cara, el rostro de uno de mis actores favoritos desde hace años, Michael Fassbender. ¿Gitanos, Michael Fassbender, Spanish Lady? Sí, Claudia Velasco ha sabido acercar ese mundo hasta hacerlo entrañable, creando un protagonista masculino que, personalmente yo, miraba con reparo y he finalizado adorándolo. Una mezcla del lujo londinense, el carácter español, la terquedad gitana e irlandesa y las tradiciones ancestrales.

              Quizás porque no es una historia típica o porque permanecían en mi memoria los recuerdos de aquel programa histriónico, o porque la autora ha sabido novelar una historia que gana fuerza a cada página y que acabé devorando. O porque no me quito de la cabeza la canción Spanish Lady…
                “—Nah.
                —Que sí.”
            Pues lo dicho, que me voy corriendo a ver de nuevo Shame, que me ha entrado el mono de Michael.
                “—Nah…        
                —Que sí, que sí…”
        Y remarco, no contaré más porque como he dicho otras veces no tengo la capacidad de reseñar, solo ofrezco mi humilde opinión. Y es esta: tenéis que leerla, os gustará, estoy segura de ello.
                “—Nah…        
                                                         —Que sí, que sí ¡que sí!…”


Caroline March

sábado, 19 de abril de 2014

YO NO LEO ROMÁNTICA, NO, POR SUPUESTO QUE NO...¿O SÍ?


Entro a mi librería de cabecera y oteo con la mirada buscando EL LIBRO, aquel que me haga disfrutar, soñar, evadirme y dejar volar mi imaginación. Mi mirada se detiene en la esquina, allí casi escondidas, hay dos adolescentes comentando entre suspiros lo guapo que sale Edward Cullen en la foto de la última edición de Crepúsculo con la imagen de Robert Pattinson. Pongo los ojos en blanco y huyo en la dirección contraria, soy una lectora seria, no leo este tipo de libros.

Me paro un momento sin dejar de observar, a la vez que siento un cosquilleo extraño en mis manos en anticipación a lo que sé voy a conseguir. En el fondo de la enorme sala, entre sombras y  ocultas al resto de miradas y compradores, avisto a un pequeño grupo de mujeres, de diferentes edades y condiciones que husmean agachadas como verdaderos sabuesos, en busca de la JOYA DEL NILO o el ARCA PERDIDA, no estoy muy segura. Me acerco presurosa guiada por mi instinto de ávida lectora, con la total seguridad de que allí encontraré lo que busco y descubro con decepción que solo es el pequeño stand de novela romántica. ¡Puf! Pienso totalmente desinflada y echando un vistazo a las portadas, algunas verdaderamente elocuentes sobre lo que ofrecen el interior de sus páginas. ¡No! me vuelvo a reprender mentalmente. ¡Yo no quiero leer eso!, de hecho, me reafirmo ¡yo no leo eso! Leo novelas dignas de ser leídas, con un trabajo detrás que las avale, con premios y reconocimientos.
Me giró huyendo despavorida a la parte central de la enorme librería y me fijo en los montones de libros expuestos sobre las mesas en una situación publicitaria de excelencia, muchos de ellos con carteles de sus autores e imágenes a gran tamaño de sus portadas. ¡Eso, eso es lo que realmente quiero!, pienso desafiante cogiendo el que es de mayor volumen, porque una es una lectora compulsiva, y las novelas cortas no quedan bien expuestas en la estantería.
     Finalmente abandono el lugar con una sonrisa de satisfacción adornándome el rostro y un libro del que seguro podré alardear de haber leído. Cuando llego a casa admiro su cuidada portada, sus páginas que huelen a tinta y lo volteo con cuidado. Y ahí llega la sorpresa…al final de la estupenda sinopsis, después de varias recomendaciones de otros autores y periódicos varios tengo la información clave y significativa: “BEST ROMANTIC NEW YORK TIMES”
         Y empiezo a sufrir palpitaciones y sofocos varios dejando el libro sobre una mesa sin querer mirarlo de nuevo. ¡No puede ser cierto! ¡Yo leo libros serios!
 ¡No leo romántica!

             ¿O sí?